Julio Compagnon, gerente general de Comberplast
“En la pandemia se nos presentó una necesidad de adaptación relacionada con la responsabilidad”
En sus 40 años de operaciones, Comberplast, empresa dedicada a elaborar plástico a partir de su reciclaje, ha sorteado varias crisis pero nunca había fabricado mascarillas, ni escudos faciales ni herramientas para sanitizar. Sin embargo, la pandemia del nuevo coronavirus los hizo responder con un sentido de compromiso hacia el país y así adaptaron sus líneas de producción. No se trató de adecuarse a un nuevo mercado para sobrevivir sino más bien, al deseo de aportar a la sociedad en medio de la pandemia.
De pronto se vieron fabricando artículos que hoy son considerados esenciales: escudos faciales, mascarillas, herramientas para sanitizar. Algo que Comberplast no había hecho nunca. Pero a esta empresa familiar, dedicada a elaborar plástico a partir de su reciclaje, siguiendo el modelo de economía circular, le tocó en pleno auge del Covid-19, así que mientras lo planeaban y a medida que pasaban los días y las cifras de contagios subían, supieron que necesitaban artillería pesada.
Julio Compagnon, quien lidera la compañía, dice que no lo vieron como una oportunidad ni como una reinvención, sino como una responsabilidad y un proceso de adaptación, añadiendo que, a diferencia de cómo han respondido a otras crisis en el pasado y a lo largo de sus más de 40 años de trabajo, esta vez primó el compromiso con el país.
“A lo largo de nuestra historia, como empresa nos ha tocado adaptarnos a distintas condiciones, algunas veces impulsados por exigencias del mercado o ambientales, y otras por requerimientos económicos. Pero en la pandemia se nos presentó una necesidad de adaptación más bien relacionada con la responsabilidad. No decidimos empezar a fabricar estos productos por un problema de sobrevivencia, sino más bien porque sabíamos que teníamos la posibilidad de aportar con algo valioso”, sostiene.
Compagnon cuenta que a partir de marzo empezaron a recibir llamadas de privados y también del área de la salud pública.
Buscaban ayuda de una empresa que, si bien no tenía experiencia en la fabricación de este tipo de productos, sí poseía la capacidad de adaptar sus líneas de producción en medio de la contingencia. También porque confiaban en su trayectoria no sólo en torno al reciclaje de plástico, sino de darle nuevos usos para revertir su efecto contaminante.
“Una de las características del plástico es que es un material muy adaptable, muy moldeable. Bajo esos parámetros decidimos fabricar un escudo facial de grado médico y otro de uso cotidiano, una caja sanitizadora para pies y una mascarilla. Pero necesitábamos que fueran durables y que se pudieran reutilizar infinitas veces, porque no hacemos nada inmediatamente descartable”, explica.
Y lo hicieron en tiempo récord, pues de nada serviría llegar con una propuesta a mediados o fin de año. “Productos como estos toman entre 6 y 18 meses de desarrollo, pero el país no nos podía esperar. Así que tuvimos que correr para poder responder con algo de calidad y además, con una producción a gran escala”, comenta el ejecutivo.
Inspirados en la unidad militar de infantería básica de la antigua Roma, decidieron que la línea de elementos de protección de Covid-19 se llamaría Legión y escogieron nombres de los distintos grados de los soldados romanos de la época. Por ejemplo, el escudo facial de grado médico se llama Centurión, el que le sigue se llama Astati, y la caja para desinfectar el calzado se denomina Cáliga, como las sandalias de cuero que usaban los romanos. En el caso de los escudos, asegura que la meta de producción es llegar a las 50 mil unidades diarias.
“Nos ha tocado adaptarnos a distintas condiciones, algunas veces impulsados por exigencias del mercado o ambientales, y otras por requerimientos económico (…) No decidimos empezar a fabricar estos productos por un problema de sobrevivencia, sino más bien porque sabíamos que teníamos la posibilidad de aportar con algo valioso”

“(los modelos de economía circular) son mucho más resilientes que los tradicionales. Ahí está el futuro”
Alianza española y continuidad de proyectos
Mientras desarrollaban la línea de escudos, se embarcaron en el proyecto Free Breath, con el Centro Tecnológico de Cataluña (Eurecat), en España. Lo postularon al Reto de Innovación Covid-19, un concurso del Ministerio de Ciencias y Corfo, que repartiría $ 800 millones entre las mejores soluciones de rápida implementación para enfrentar la pandemia. Lo ganaron.
Las mascarillas, protagonistas de este proyecto, ya tenían un camino adelantado en España y fueron especialmente útiles durante las semanas más críticas de la pandemia en ese país.
Compagnon dice que sellaron la alianza por esa razón, pues poco sentido tenía desarrollar unas made in Chile, si aquellas ya estaban funcionando bien. Sólo las adaptaron a la disponibilidad de tecnología local. Son de uso quirúrgico, reutilizables y esterilizables y están hechas de polímeros de grado médico, con filtros intercambiables para lograr rápidamente diferentes grados de protección frente al virus.
Aunque no han dejado de lado sus tradicionales líneas de producción, porque son proveedores de materiales fundamentales para industrias como la minería o las telecomunicaciones, Compagnon dice que el foco actual es la pandemia, pero lo asume como un paréntesis en la historia de la empresa.
Algo que además ha servido para poner de manifiesto, una vez más, la importancia de seguir avanzando en modelos de economía circular, que “son mucho más resilientes que los modelos tradicionales. Ahí está el futuro. Estamos muy confiados en que todo ese trabajo que venimos desarrollando durante tantos años sólo va a seguir creciendo”.
En su entorno, muchas veces le han preguntado por las lecciones aprendidas durante la pandemia, pero Compagnon cree que es pronto aún para hacer un balance de este tipo, pero está seguro de una cosa: las empresas que no se adapten corren el riesgo de morir.
“Hasta ahora, creo que ese es el gran mensaje: adáptense lo más rápido posible. Las que lograrán salir adelante son aquellas que sean capaces de adecuarse al nuevo mundo y que tengan claro que de aquí en más, el rol principal debe ser el de resolver los problemas y ser útiles a la sociedad, de una manera rentable”.

“Las (empresas) que lograrán salir adelante son aquellas que sean capaces de adecuarse al nuevo mundo y que tengan claro que de aquí en más, el rol principal debe ser el de resolver los problemas y ser útiles a la sociedad, de una manera rentable”
