María José Aguirre, creadora de María La Biyux:
“La pandemia trajo un despertar de conciencia absoluto a nivel de consumo”
La maternidad le hizo replantearse las prioridades. Quería dedicar más tiempo a sus hijas, pero difícilmente iba a poder lograrlo si seguía trabajando en horario de oficina. Así pasó de ser publicista, con diez años de experiencia en el mundo del retail, a emprendedora de un proyecto de innovación social, donde la mano de obra es femenina y viene de varias cárceles de Chile.
Cuando la publicista María José Aguirre se convirtió en madre por segunda vez, quiso reordenar su vida. Venía construyendo una sólida carrera en el mundo del retail pero quería dedicar más tiempo a sus dos hijas, y sabía que si se quedaba en el mismo lugar, las probabilidades de compatibilizar el tiempo maternal con el laboral, al menos como ella quería, eran muy pocas.
No tenía un plan concreto, pero sí mucho miedo de dejar un trabajo seguro donde le iba bien y tenía tranquilidad económica. Igual se arriesgó. “Fue difícil, pero era más grande la convicción de estar en el espacio de la crianza y de no volver a sentir culpa por no estar presente en el maternaje”, cuenta.
Varios meses después de haber dado el paso y despedirse del mundo corporativo, hizo un par de asesorías estratégicas a emprendimientos y marcas chicas y una le ofreció un curso de telar como método de pago. Aguirre enganchó con la idea porque era algo distinto, le entusiasmaba. Y fue ahí donde inició lo que define como “un proceso de sanación”, que además le trajo la idea que finalmente la llevaría a reinventarse en el ámbito profesional.
“Tejer y estar envuelta entre tantos colores me dio mucho tiempo para pensar y poner mi cabeza en orden. Fue muy terapéutico”, dice. Se le ocurrió replicar esa suerte de terapia en un lugar tan vulnerable como una prisión. Así nació María La Biyux, un proyecto de joyería textil donde quienes tejen son mujeres privadas de libertad. Aguirre cuenta que, como ella, también encontraron en el tejido un espacio de sanación.
“Me imaginaba que las chicas privadas de libertad eran madres en su gran mayoría, y sentía que lo que les llevaba podía tener un impacto, porque al darles trabajo podrían estar presentes en sus casas sin estarlo”.

-¿Cómo lograste darle forma a esta idea y finalmente concretarla?
-Yo simplemente llegué a tocar la puerta del Centro Penitenciario Femenino de Santiago y dije ‘hola, tengo un proyecto que me gustaría compartir’. No fue tan fácil dar con la idea, pero cuando llegó, me hizo mucho sentido y la armé como proyecto. Fui a presentarlo muy confiada porque tenía mucho que ver con mi proceso personal y terapéutico, con maternaje, con el género femenino y con un lugar donde ya no puedes estar más, justo como me pasó a mí. Era algo que quería compartir. Me imaginaba que las chicas privadas de libertad eran madres en su gran mayoría, y sentía que lo que les llevaba podía tener un impacto, porque al darles trabajo podrían estar presentes en sus casas sin estarlo, a través del aporte económico y a través de este tejido de una nueva realidad, de reparación, autoestima y revaloración, que al final haría que se valoraran y validaran ellas mismas, primero con el entorno en el que están y después con sus hijos y su familia. Empecé a juntar todos estos hilos y resultó. Afortunadamente este es el cuarto año del proyecto.
-Partiste en Santiago pero en el camino sumaste dos centros, uno en Valdivia y otro en Puerto Montt. ¿Fue difícil?
-Realmente es un trabajo de joyería, que primero implica presentar el proyecto, generar las redes con las instituciones, convencerlas de nuestros propósitos y objetivos, de cómo vamos a generar y medir el impacto, es como una evangelización. Luego viene un proceso de selección, y tal cual como en una oportunidad laboral, se eligen las chicas y ahí empieza un proceso de vinculación. Al principio sí fue difícil, porque si bien había entusiasmo, también había cierto nivel de desconfianza por parte de ellas. Se preguntaban quién era yo, por qué me importaban, por qué las tomaba en cuenta. Eso fue muy fuerte, pero lo pude entender y manejar. Por eso diría que generar confianza es lo más fundamental en todo esto, incluso mucho más que el modelo de negocio. Una vez que logras el vínculo es impresionante y muy aleccionador. No hablamos de penas ni condenas, pero sí nos conocemos: yo sé cómo están, cómo se sienten y ellas también lo saben de mí, conversamos del día a día y tratamos de construir una relación lo más parecida posible a la que puede construirse en otra oportunidad laboral.
-¿Cómo es la metodología?
-Después de seleccionar a los equipos viene un trabajo de capacitación que se divide en módulos teóricos y prácticos. Luego empieza un trabajo de marcha blanca para poder llegar a sus piezas textiles finales. Aproximadamente en tres meses ya están listas para comenzar a ser parte de la oferta laboral. Se les paga por producción, se venda o no se venda, porque el tema comercial o de salida del producto es 100% nuestro y eso garantiza la continuidad para que ellas puedan contar con su sueldo todos los meses.
“Al principio sí fue difícil, porque si bien había entusiasmo, también había cierto nivel de desconfianza por parte de ellas. Se preguntaban quién era yo, por qué me importaban, por qué las tomaba en cuenta”.

“Este tiempo tan complejo generó una gran empatía, porque de alguna manera todos estuvimos privados de libertad durante muchos meses, y eso es exactamente lo que viven las chicas que tejen los productos de María La Biyux”.
El impacto de la pandemia
De cierta forma, Aguirre tuvo que darle un nuevo giro al proyecto cuando la cuarentena la obligó a cerrar las puertas de su tienda física, ubicada en el Drugstore. En la plataforma Domestika lanzó un curso online de joyería textil y dice que le ha ido muy bien, con alumnos de Estados Unidos, España, Argentina, Inglaterra, Turquía y Polonia.
En la operación cotidiana del proyecto también cambiaron muchas cosas, principalmente porque ya no podía juntarse a trabajar con las chicas. Pero, afortunadamente, todos los puestos de trabajo se mantienen hasta hoy.
“Desde marzo nos comunicamos con ellas por carta, lo que ha sido muy bonito y romántico, pero también ha sido un gran desafío porque no nos hemos podido ver físicamente para seguir alimentando ese vínculo que para mí es tan importante”, cuenta. En ese sentido, dice que la Fundación Mujer Levántate ha sido un gran apoyo durante estos meses y con ellos se han organizado, por ejemplo, para ir a dejar los materiales y que ellos saquen los productos a la calle, para después aplicar el respectivo proceso de sanitización. En Puerto Montt pasó algo similar, añade Aguirre, pero ahí su contraparte es la concesionaria, con la que coordina el envío de materiales y productos por valija interna o por camión. En ese centro penitenciario lograron hacer una videoconferencia con una de las chicas para reforzar técnicas y, como funcionó, la capacitación de una nueva generación de tejedoras también la harán de manera online.
-¿Hubo impacto en las ventas?
-En general, creo que la pandemia trajo un despertar de conciencia absoluto a nivel de consumo, y lo que nos pasó a nosotros fue muy impactante. Este tiempo tan complejo generó una gran empatía, porque de alguna manera todos estuvimos privados de libertad durante muchos meses, y eso es exactamente lo que viven las chicas que tejen los productos de María La Biyux. Aplicamos varias estrategias de inteligencia de negocios para llegar a más gente y que más personas nos conocieran, y si bien el 17 de marzo tuvimos que cerrar nuestra tienda física, el producto nunca dejó de salir a través de nuestra tienda online. Gracias a eso, las ventas aumentaron 3.000%.
-¿Cuál es el mayor aprendizaje que te ha dejado este proceso de reinvención?
-Todo es un constante aprendizaje y en cada etapa salen cosas muy bellas. Hace poco, una de las chicas salió en libertad y está trabajando con nosotros desde su casa. Fue increíble cuando recibió su primer sueldo en esta nueva oportunidad que le da la vida, y escuché sus audios por Whatsapp y lloré con ella de emoción, a la distancia. Pero quizás lo más aleccionador de esta decisión que tomé hace varios años es entender que no estamos solas y nunca vamos a estarlo. Podemos estar en el lugar más oscuro y siempre habrá algo o alguien que te puede acompañar en ese proceso para volver a salir a la luz.

“Quizás lo más aleccionador de esta decisión que tomé hace varios años es entender que no estamos solas y nunca vamos a estarlo. Podemos estar en el lugar más oscuro y siempre habrá algo o alguien que te puede acompañar en ese proceso para volver a salir a la luz”.